En la primitiva religión animista malgache, la muerte como concepto no existía, sino que se trataba de una especie de “limbo” en el que tras el fallecimiento de una persona, ésta reposaba (cuerpo y alma) a la espera de que se le realizara el “Retorno de los Muertos” para ser aceptada en el panteón de los antepasados y adquirir tras esta ceremonia, la inmortalidad, convirtiéndose por fin en un “Razana”, o sea, ancestro, y obtener a parte de la ansiada vida eterna, el privilegio de comunicarse con los dioses de la Naturaleza.
Con la llegada de las religiones cristianas importadas desde Occidente (catolicismo y protestantismo luterano las principales, aunque también anglicanismo y otras confesiones de raíz cristiana) la ceremonia adquirió nuevos rasgos de identidad, en un curioso sincretismo religioso único en el mundo y que ha perdurado hasta nuestros días.
Ceremonia de Famadihana en las Tierras Altas
En esta gran meseta plagada de valles y cordilleras que van desde los 1.000 hasta los 2.895 metros de altura, en una amplia región central de la isla que empieza unos 100 kilómetros al norte de Antananarivo y termina a unos 80 kilómetros al sur de Ambalavao, se asentaron hace entre 1.500 y 1.200 años los primeros habitantes de Madagascar. Llegados por mar desde distintas islas del archipiélago indo-malayo, ayudados por las corrientes marinas y los vientos alisios, encontraron una gran isla desierta en la que la geografía de estas Tierras Altas les permitía continuar con su ancestral vida agrícola cultivando arrozales en grandes extensiones de tierra.
Se asentaron paulatinamente y durante siglos se produjo un “efecto llamada” que trajo nuevas migraciones de otros pueblos venidos de la zona indo-malaya. De esas primeras migraciones surgieron etnias de origen indonesio como los Merina, Betsileo, Bezanozano…Tarjeron además de arroz y cebúes asiáticos, unos ritos funerarios que han ido despareciendo de otras latitudes y que fueron transformando a través de los siglos y las distintas migraciones, en la actual ceremonia de Famadihana o Retorno de los Muertos.
En las Tierras Altas, la Famadihana es la ceremonia capital para cada familia, y está considerado una vergüenza (incluso una humillación social) no realizar cada 5 o 7 años (en función de la riqueza familiar) dicha festividad sacando el cuerpo de un difunto y convirtiéndolo en ancestro.
Las Famadihana de las Tierras Altas pueden ser personales o múltiples. Muchas veces, para economizar y compartir gastos (que son sumamente onerosos), las familias se unen para exhumar diversos cuerpos en una misma ceremonia.
El rito empieza muchos meses antes de la fecha elegida. Se visita al ombiasy (astrólogo o adivino), que decretará un día Ody (bueno) para realizar la ceremonia. Entonces empezará la tarea de invitar al mayor número de personas posibles (como más invitados haya en una Famadihana, más se honra a los difuntos) y de preparar los graneros para la fiesta (habrá que prever muchos kilos de arroz, diversas cabezas de ganado vacuno, vegetales, aperitivos, bebidas alcohólicas, grupos de música… ). La fecha es inamovible, así que una vez comunicadas las invitaciones, hay que prepararse para tener todo lo necesario para la efémeride.
Cuando llega el día de la ceremonia, al alba, los jóvenes más allegados al difunto (o difuntos), se encaminan hacia la tumba donde reposan sus restos.
Se introducen con gran respeto en ella y con sumo cuidado, extraen el féretro o el sudario que envuelve el cadáver (a veces , tras la muerte, se entierra con ataúd, pero lo habitual es que se haga directamente con el cuerpo envuelto en un lienzo).
Se lleva en procesión atravesando el poblado, y siempre precedido por un grupo musical tradicional, el cadáver hasta la casa, donde se van a limpiar los huesos para que la parte putrefacta del ser humano desparezca y el alma que reside en los huesos pueda convertirse en un antepasado inmortal (Razana).
Las personas más allegadas al difunto retirarán el sudario, extraerán los restos y limpiarán los huesos con un aceite elaborado a partir de la grasa extraída de la joroba de un cebú de la especie “barea” (raza de vaca malgache obtenida en el pasado de un cruce de cebúes africanos con cebúes asiáticos).
Se separarán los restos de carne que aún queden de los huesos y una vez bien limpios éstos, se envolverán en un nuevo sudario, este mucho más costoso que el anterior (muchas veces se teje en seda natural salvaje, e incluso se le pueden incrustar piedras preciosas o hilo de oro).
Este rito simboliza separar el alma (los huesos), del cuerpo (la carne), y permitir que el difunto (fallecido 5 o 7 años atrás), se convierta en un “razana” (ancestro inmortal).
El nuevo sudario se protegerá con una estera de rafia y se asegurará con cuerdas para iniciar una nueva procesión (siempre precedida de música tradicional Iray Gasy) atravesando de nuevo la aldea, hasta el lugar donde se oficiará la festividad. Por el camino, el cortejo se detendrá en algunos de los lugares que frecuentaba el difunto y se le explicarán las novedades (se le mostrarán las nuevas casas construidas en su ausencia, se le presentarán a recién nacidos, se le contarán anécdotas e historias sucedidas en esos años en los que ha estado esperando su Famadihana). Todo de manera muy natural y festiva, como si el cadáver no fuese un ser inerte y estuviera todavía entre los vivos.
Al llegar al lugar elegido para la gran fiesta (casi siempre en el campo, a las afueras del poblado y bajo grandes carpas instaladas para la ocasión), se colocará al difunto en un lugar de honor, y empezará la multitudinaria ceremonia que puede llegar a durar varios días. Se beberá (mucho ron local “toka gasy” destilado a veces a casi 80º…), se cantará, se bailará, se comerá (se sacrificarán muchos cebúes para agasajar a todos los invitados y éstos se cuentan siempre por centenas), todo estará permitido en esa gran festividad en la que una persona querida, pasará a ser inmortal convirtiéndose para siempre en un venerado ancestro.
Terminada la ceremonia festiva, la procesión se encaminará de nuevo a la tumba y colocará ya para siempre, los huesos del difunto en su interior. A partir de entonces, será un “razana” (ancestro inmortal), al que se le pedirán bendiciones y al que se le rezará pues tiene línea directa con los dioses (en el caso de las personas cristianizadas, con Dios).
Es curioso que las religiones cristianas permitieron y permiten en la isla, estas ceremonias animistas en las que se exhuman cadáveres (no es raro ver a sacerdotes o monjas católicas participar con entusiasmo de estos ritos).
Suponemos que allá por el siglo XVIII, los primeros misioneros llegados a Madagascar, comprendieron enseguida que pocos malgaches se convertirían a las nuevas religiones si no eran permisivos con sus costumbres ancestrales…
Otras etnias de la isla han adaptado la Famadihana primitiva e importada de Indonesia a sus costumbres bantúes (africanas). Así pues, los Bara por ejemplo (es una etnia de pastores semi nómadas de origen bantú que vive en las grandes sabanas del sur y alrededor del macizo de Isalo), no realizan Famadihana múltiples, y tienen tumbas provisionales (para que repose el cadáver antes del Retorno de los Muertos) y definitivas (para después de la ceremonia, cuando ya es considerado ancestro).
También los Betsimitsaraka del este de la isla o los Mahafaly del extremo sur practican ceremonias similares con diversas variantes… No así otras etnias, como los Antandroy, los Tanala o los Sakalava Boina (éstos últimos musulmanes en su mayoría), que no realizan estas ceremonias de Retorno de Muertos
La ceremonia de Famadihana se suele realizar entre los meses de Julio y Septiembre (estación seca en la isla), y es mucho más usual encontrarla en ambientes rurales que en las grandes ciudades donde su práctica va desapareciendo lentamente.
Para los malgaches, Madagascar en su lengua nativa, se llama únicamente “Tanin’D’Razana” (Tierra de los ancestros): toda una declaración de intenciones que nos ayuda a comprender mejor el sentido de sus vidas y sus muertes, basadas aún en el animismo más primitivo, y siempre en torno a la tierra sagrada y a los venerados antepasados cpon los que habrán de reunirse un día…
Texto ©Sergi Formentin
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