Desagraciadamente la superficie forestal de Madagascar se degrada a pasos agigantados desde los últimos 12 años. El empleo de carbón vegetal como combustible en el 80% de los hogares malgaches (casi 98% en las zonas rurales) provoca una galopante deforestación de la isla, a la que apenas le queda un 30% de superficie boscosa.

La población corta y quema todo tipo de árboles y arbustos para proveerse de carbón vegetal. Además, el tipo de agricultura primitiva practicada todavía en el país, sobre todo en las Tierras Altas, obliga también a ganarle terreno al bosque para plantar sus sacrosantos arrozales. La pérdida de superficies forestales en el país implica una menor pluviosidad anual, lo que entorpece el desarrollo de la agricultura y provoca problemas de escasez de agua.

Pero hay que ser realistas, tampoco el gobierno ofrece alternativas. El precio de la bombona de butano roza los 17 Euros, y en un país donde casi el 70% de sus habitantes subsisten con poco más de 1 Euro al día, para muchos, es tarea imposible procurarse otro tipo de combustible para cocinar o calentarse en invierno. Además están las tradiciones locales y el apego a lo que hacían los ancestros…Incluso en muchas casas de clase media de la capital, el gas butano convive con la tradicional “fatapera” (hornillo que funciona con carbón vegetal), pues la creencia y la ignorancia obligan a cocinar determinados alimentos con el combustible tradicional. 

Si a todo esto añadimos la depredación de los bosques de maderas nobles (palisandro, ébano, palo de rosa…) llevada a cabo desde el golpe de estado del año 2009, la situación no puede ser más desesperada.

En la imagen vemos a un transportista de carbón vegetal en las Tierras Altas malgaches, donde la presión demográfica ha arrasado prácticamente con los antiguos bosques tropicales. 

©IndigoBe / @sergireboredo

Las soluciones pasan por medidas alternativas que no supongan un gran desembolso para la población (subvenciones del estado a ciertas energías alternativas) y mucha pedagogía. Pero para eso debe existir una inversión económica, un acompañamiento técnico y grandes dosis de voluntad por parte de las autoridades, por el momento mucho más preocupadas en otros menesteres que en proteger el patrimonio natural y el medio ambiente de la isla.